En las sociedades económicamente desarrolladas, la capacidad física se convirtió en ejercicio, una práctica compensatoria del estilo de vida que forma parte de la esfera de la responsabilidad individual. Deberíamos ser capaces de diseñar una solución colectiva al problema del sedentarismo y aspirar a una vida que integre el movimiento de forma orgánica en el día a día.
Las cuestiones que afectan a la salud mental y física no son cuestiones individuales sino colectivas: qué comemos, cómo descansamos, cómo nos hace sentir el estrés, cómo nos relacionamos con el entorno y con los demás, etc.